martes, 28 de enero de 2014

Lectura 2: ¿QUÉ ES LO PSICOSOSOCIAL? CINCO PRINCIPIOS DE RESPUESTA A LA PREGUNTA

¿QUÉ ES LO PSICOSOSOCIAL?
CINCO PRINCIPIOS DE RESPUESTA A LA PREGUNTA


Primer principio: el poético
Cuando el escritor Ernest Hemingway concluyo la escritura de su novela “Por quién doblan las campanas”, que trata sobre los horrores de la Guerra Civil Española, -un conflicto armado no muy diferente al nuestro-, seleccionó, a manera de epígrafe, un fragmento del poeta Inglés John Donne.
(3)"Nadie es una isla completo en si mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia; la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti". John Donne
Lo psicosocial es aquello que muere en cada uno de nosotros, cuando en nuestro vecindario doblan las campanas. Es la razón por la cual nos duele el dolor de los otros y nos hacen felices las felicidades de aquellos a quienes amamos. También, es por lo psicosocial que las infamias que cometen algunos nos manchan a todos y, aunque no querramos, debemos hacernos cargo de las culpas y las deudas,
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especialmente las de honor, de nuestros padres y nuestros gobernantes.
Gracias a lo psicosocial nos hacemos grandes cuando uno de los nuestros logra una proeza y somos humillados cuando uno de los nuestros sufre una humillación, también desaparecemos un poco cuando uno de los nuestros es desaparecido y perdemos un poco de nuestra libertad cuando uno de nosotros es secuestrado. Gracias a lo psicosocial los humanos conocemos esa misteriosa forma del amor que se llama la vergüenza, solamente experimentamos verdadera vergüenza cuando los nuestros realizan actos indignos, no existe aquello que llaman vergüenza ajena, todas las vergüenzas de los nuestros son vergüenzas propias.
A esta respuesta poética podría ligarse una respuesta religiosa, no menos poética, según la cual el pecado de un ser humano puede condenar a la humanidad y sacrificio de otro puede salvarla. Es inevitable el recuerdo de aquel memorable personaje del Amor en los tiempos del cólera, Hildebranda, la prima de Fermina Daza, que se siente manchada cuando se entera que una amiga suya ha cometido una falta a la lealtad en el amor, porque ella tenía un concepto universal del amor y pensaba que aquello que le ocurría a un ser humano le ocurría a todos los demás.
Segundo principio: el pictórico:
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La relación entre lo “psico” y lo “sociales semejante a la que existe entre las dos caras de la “Cinta de Moebiusdel Artista Holandés Maurice Escher. (5)
La cinta de Moebius es una figura topológica, que gracias a una torsión en una banda, genera una realidad paradójica: en todos los puntos de la banda hay dos caras, una interior y una exterior, pero las hormigas inoficiosas de la pintura de Escher, que recorren absurdamente la banda, en cada recorrido pasan del exterior al interior, sin dejar de caminar por el mismo lado. Una banda, en la que tanto en las caras como en los bordes, el exterior y el interior son a la vez opuestos y continuidades el uno del otro.
El pintor, sin embargo, no se conforma con una banda de superficie consistente y la convierte en una red, con su envés y su revés, con sus nudos en los que se encuentran la urdimbre y la trama, una red paradójica, suspendida en el vacío perfecto de un fondo blanco, sobre la cual caminan inocuas hormigas hacia ninguna parte.
La relación entre el interior de lo “psico” y el exterior en el que están los otros, es decir lo “social”, se puede pensar como una estructura
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moebiana. Lo que le pasa a los otros nos pasa a cada uno y nada de lo que pasa a cada uno deja de tener consecuencias en los otros.
Entonces podemos decir que en la subjetividad de cada ser humano se replica la comedia humana de la que participa. Todos tenemos en nuestro interior, santos y demonios, opresores y oprimidos, amos y siervos, víctimas y verdugos. La puesta en escena social continúa en nuestros sueños, en nuestros pensamientos y en nuestras fantasías, aun cuando nos retiramos a la soledad o al reposo nocturno. La vida- sueño sigue su desarrollo en el interior de la subjetividad y cuando volvemos a tomar contacto con el mundo exterior de la vida social, lo hacemos a partir de uno de los papeles existentes en nuestra novela interior, construida con restos de la novela exterior.
Dicho de otra manera, nuestro interior está construido con interiorizaciones de elementos externos, pero que allí se convierten en lo más propio, lo más íntimo, en lo particular, en la fuente misma de la resistencia, de la originalidad, incluso de la creatividad, que se exterioriza por medio de nuestras acciones y nuestros vínculos, que afectan y modifican nuestra realidad exterior, realidad que luego vuelve a interiorizarse en nosotros en el bucle incesante y espiralado de las hormigas que van y vienen del interior de nuestra subjetividad al exterior de nuestros vínculos, pero que en cada recorrido poseen un elemento cualitativamente distinto.
¿Qué fue primero el individuo o la sociedad?, ¿el individuo es un producto social o es la sociedad un producto de los individuos?, ¿Cuál es el límite entre lo psíquico y lo social?. Quien insista en mirar la obra de Escher con estas preguntas terminará mirando su propio rostro perplejo en los inmensos ojos especulares de las hormigas.
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Tercer principio: el filosófico
George Herbert Mead, es el fundador de una de las grandes tradiciones de la psicología social, que tomó primero la forma de la Escuela de Chicago, y que es considerada por algunos autores como Jesús Ibáñez y Concepción Fernández, como el fundamento mismo de algunas de las corrientes actuales más representativas, como la Psicología Social Cultural, la Psicología Social Posmoderna, el Socioconstruccionismo y la Psicología Social Discursiva.
Pero el interaccionismo de Mead, antes que Psicosociológico tiene una dimensión filosófica. Su obra clásica “Espíritu, Persona y Sociedad”, transcrita por sus alumnos, antes que una obra psicosociológica es un tratado de Ontología con profundas implicaciones éticas. No gratuitamente Habermas le dedica un capítulo especial en su texto “Teoría de la Acción Comunicativa”. (7)
Veamos una de las definiciones del “ser” humano que Mead nos aporta en esta obra: “La persona, en cuanto puede ser un objeto para sí, es esencialmente una estructura social y surge en la experiencia social”.
La idea de la condición humana que Mead nos propone en esta obra es la de sociedades que caminamos en medio de la sociedad. Estructuras de auto-interacciones que interactuamos con otros seres humanos que a su vez son estructuras de auto-interacciones. El contexto en el que interactuamos con los otros es una especie de superestructura simbólica que Mead denomina el Otro generalizado.
Nosotros y los otros con los que interactuamos tenemos la misma estructura del Otro generalizado, pero no a la manera de una repetición idéntica. Es una reproducción que inexorablemente la transforma la subvierte y la recrea. Los seres humanos, aunque no nos lo propongamos, somos a la vez reproductores, pero también transgresores, transformadores y recreadores de la estructura social. Se trata de una relación dialéctica a la vez solidaria y contradictoria.
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Para Mead la persona no es un dato a priori, ni una esencia, -de bondad o de maldad, impulsividad o racionalidad-, de la que dimana la personalidad como manifestación suya. La persona y su personalidad, -su bondad o su maldad, su vocación transgresora o amante de la ley- emergen de las interacciones. El ser humano está constituido por múltiples personas, como la sociedad que lleva dentro. La persona que emerge en cada caso depende de la interacción y de la manera como el ser humano se posiciona en ella.
El autor lo dice de una manera directa “La personalidad múltiple es el paradigma de la personalidad normal”. Hay quienes prefieren interpretar esta frase como una hipérbole inofensiva que sirve para ilustrar a los vaivenes del ánimo o a los cambios de actitud intencionados que hacen parte de la vida diaria. Si bien esto puede tener alguna relación con lo que dice al autor, su planteamiento tiene alcances mucho más radicales y se puede manifestar en su expresión más nítida cuando un ciudadano pacífico, se dice a sí mismo, presa del estupor, un día después de realizar una acción irreparable: “ese no era yo”, o cuando ante eventos menos dramáticos decimos expresiones como: “me desconozco”, o incluso, cuando alguien habla con perplejidad acerca de alguien íntimo, diciendo por ejemplo que a partir de cierto acontecimiento “es otro”. Estamos ante una visión de la subjetividad que contradice la aspiración y la ilusión de unidad y síntesis. Se trata de una subjetividad múltiple acorde con los roles múltiples que desempeñamos todos los seres humanos. Un mismo ser humano puede ser un ser ejemplar en el desempeño de uno de sus roles y un canalla en otro.
Mead inicia su obra en el campo de la filosofía y la culmina en el campo de la psicología social. Dos de las nociones más potentes que construye son los conceptos de “rol” y “juego”. En torno a ellos el autor edifica su particular visión del desarrollo infantil y de la vida social. A partir de Mead podemos definir al ser humano como un “homo ludens”, un ser que juega juegos de Roles. Juegos de Roles estructurados como juegos de lenguaje.
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El “Roles un concepto psicosocial por excelencia, ya que permite articular lo subjetivo con lo social. En cada comunidad todos los padres, los maestros, los hijos y los policías, tienen algo en común, eso es lo social. Pero también algo de particular, no hay un maestro igual a otro, ni un padre igual a otro, es la marca que cada subjetividad le hace a su desempeño de un rol. Entre los extremos de lo universal y lo particular este concepto permite establecer y estudiar tipologías de padres, de maestros, monjas, excombatientes, transexuales, etc.
La concepción particular de Mead sobre la experiencia humana como una realidad simbólica por excelencia, le da un alcance particular al concepto de rol. En el mundo humano no se “es” sino en la medida en que se desempeña un rol. Y lo roles, a su vez, están organizados en matrices lingüísticas. Para el autor el ser humano es ante todo un producto y productor simbólico que, por medio de roles definidos lingüísticamente, habita un mundo hecho de significados.
Lo psicosocial podemos entenderlo en la obra de Mead como la persona, emergiendo cada vez y transformándose en sus juegos lingüísticos de roles. Las resonancias con otros pensadores del siglo XX como Heidegger y su morada del seryWittgenstein con sus juegos de lenguaje, son inevitables.
Esta visión del ser humano como habitante de los significados, permite iluminar eventos de la vida cotidiana, inexplicables de otra manera,como el efecto mortífero o salvador que puede llegar a tener una frase para una persona, de acuerdo con el juego de roles en el que se pronuncia.
Por vía del lenguaje el mundo exterior se vuelve interior y cada ser humano contiene en su interior, el mundo que lo contiene, como una muñeca rusa que contiene otra igual, que a su vez contiene otra igual.
Cuarto principio: El psicoanalítico.
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Freud inicia la introducción a su obra “Psicología de las Masas” con las siguientes palabras:
“La oposición entre psicología individual y psicología social o de las masas que a primera vista quizá nos parezca muy sustancial, pierde buena parte de su nitidez si se la considera más a fondo. Es verdad que la psicología individual se ciñe al ser humano singular y estudia los caminos por los que busca alcanzar la satisfacción de sus mociones pulsionales. Pero solo rara vez, bajo determinadas condiciones de excepción, puede prescindir de los vínculos de este individuo con los otros. En la vida anímica de todo individuo, el otro cuenta, con total regularidad, como modelo, como objeto, como auxiliar y como enemigo, y por eso desde el comienzo mismo la psicología individual es simultáneamente psicología social en este sentido más lato, pero enteramente legítimo” (1921. Vol XXI:65)
En otras palabras lo que nos dice Freud es que no es posible pensar lo “psico” abstrayéndolo de lo “social” y que en últimas solo hay una psicología: la social.
Veamos algunas implicaciones de esta visión, de la relación entre lo subjetivo y lo social en la obra de Freud, a propósito de algunas problemáticas muy nuestras. Veamos lo que dice en un texto que escribe en 1915 sobre la influencia del Estado y los gobernantes en la subjetividad de los ciudadanos, en tiempos de guerra:
(17) “Y no se objete que el Estado no puede renunciar al uso de la injusticia porque de esa manera se pondría en desventaja (...) Tampoco puede asombrar que el aflojamiento de las relaciones éticas entre los individuos rectores de la humanidad haya repercutido en la eticidad de los individuos, pues nuestra conciencia moral no es ese juez insobornable que dicen los maestros de ética: en su origen no es otra cosa que angustia social. Toda vez que la comunidad suprime el reproche, cesa también la sofocación de los malos apetitos, y
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los hombres cometen actos de crueldad, de perfidia, de traición y de rudeza que se habrían creído incompatibles con su nivel cultural” (1915. Vol XIV:281-2)
Si leemos a Psicoanalista Sigmund Freud con el Poeta John Donne, podríamos decir que las canalladas que cometen los gobernantes y sus representantes dañan el alma de todos los ciudadanos. Para el autor es claro que no tiene el mismo impacto en la subjetividad del ciudadano común y corriente, el delito de un delincuente o de alguien que está al margen de la ley, que el delito de aquel que tiene a cargo cuidar a los ciudadanos de los delincuentes y velar por el cumplimiento de la ley. La expresión individuos rectoresde la humanidad tiene el fin de subrayar esta diferencia. Nada logra un gobierno que incluye las “Competencias Ciudadanas” como asignatura obligatoria en todas sus instituciones educativas, si el gobernante es el primero en mostrar su desprecio por la ley y sus representantes.
Si pensamos la segunda parte de esta cita de Freud a la luz de la pintura de la Cinta de Moebius de Escher, podríamos decir que un aflojamiento de la ley que inicia su camino por el envés de la red, de la angustia social, puede terminar imperceptiblemente en el revés íntimo de la conciencia moral de un individuo. Los carnavales y las guerras son escenarios en los que se puede verificar hasta dónde el aflojamiento de la presión social, puede generar profundas transformaciones subjetivas en muchos individuos. Lo más significativo es que cuando termina una guerra o un carnaval, muchos individuos que se abandonaron a la desmesura, vuelven a mostrar la mayor disposición para para la convivencia cotidiana. Lo cual confirma la tesis de Mead según la cual la persona y su personalidad son emergentes de las interacciones.
Quinto principio: el psicosocial.
Enrique Pichón Riviere es el fundador de una de las corrientes de psicología social más reconocidas en el sur del continente. Este autor
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define tres niveles de análisis para abordar los vínculos humanos, el institucional, el sociodinámico y el psicosocial. El Institucional se ocupa de grandes organizaciones humanas, el sociodinámico de la estructura de grupos pequeños entre los cuales se incluye la familia, y el psicosocial aborda los vínculos del individuo con los otros.
El autor propone que nos relacionamos con los objetos externos, de acuerdo con los patrones de relación que tenemos con los objetos internos, que alguna vez fueron externos y que interiorizamos, por distintos mecanismos. Es decir que habitamos un mundo interno de relaciones con representaciones de objetos a partir del cual nos relacionamos con el mundo externo.
Entonces, podríamos decir que en la Psicología Social de Pichón Riviere el análisis psicosocial se ocuparía de los vínculos y partiría de una particular concepción de la subjetividad humana en la que hay dos realidades, una interna y una externa, y que en ambas realidades hay objetos. Todo vínculo sería, en cierto sentido, un vínculo doble a la vez externo e interno. Es clara la influencia de Freud en esta visión de los vínculos humanos.
Ahora bien, Pichón lee a Freud con Mead y en eso consiste su originalidad. El autor explora la potencia del concepto de rol en el análisis psicosocial.
Uno de sus primeros hallazgos es que la enfermedad mental puede ser un rol funcional dentro de un determinado contexto vincular. Es decir que una familia, incluso un grupo humano o una sociedad entera, pueden depositar su patología en uno o alguno de sus integrantes, que se harían cargo de la locura que pertenece a todo el grupo. El autor llega a este hallazgo por medio del trabajo psicoanalítico con familias de psicóticos y llega a afirmar que el loco es el integrante más fuerte de la familia y por ello se hace cargo del síntoma.
Pero el autor no solamente comprueba que en ciertos contextos vinculares la enfermedad es un rol, sino que también constata que en hay roles que enferman, lo cual es un hallazgo complementario.
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Efectivamente basta que un grupo deposite en uno de sus integrantes su parte malditapara que éste empiece a desarrollar comportamientos autodestructivos. Es lo que Pichón llama el fenómeno del Chivo Emisario.
Otro hallazgo complementario a éste consiste en que hay enfermedades mentales y trastornos del carácter derivadas del rol, no solamente en el aspecto orgánico, también en lo subjetivo. No es gratuito que las tasas de suicidios en ciertas instituciones sean insólitamente altas, o que los empleados que desempeñan cierto tipo de oficios terminen siempre con una vida afectiva caótica. Tampoco lo es que los grupos humanos que durante largos períodos de tiempo son sometidas a diferentes clases de violencia física y simbólica empiecen a desarrollar ciertos comportamientos relacionados con estas experiencias.
Ignacio Martin Baró, por su propio camino, formula un potente concepto, para referirse a estos efectos de la violencia que son colectivos y que tienen impacto sobre la subjetividad, es el concepto de “trauma psicosocial”. Martín Baró tiene el mérito construir esta valiosa herramienta que se puede definir como: “el proceso histórico que puede haber dejado afectada a toda una población, la traumatiza, en el sentido de que sus relaciones sociales se encuentran perturbadas, lo que se expresa en procesos psicosociales que tienden a la instauración de la desconfianza, la rigidez, el escepticismo y la violencia como forma de resolución de conflictos” (Baró, 1976).
Pero el hallazgo decisivo en la historia de Pichón es que el rol, así como enferma, también puede ayudar curar. Esto lo comprueba el autor cuando, en una medida insólita, en el hospicio en el que trabajaba, le quitan todos los enfermeros y queda solo con ciento cincuenta psicóticos. En un gesto desesperado elige algunos de los que están mejor para que le ayuden con los demás y empieza a reunirse con ellos para darles algunos principios de enfermería, discutir las dificultades que tenían con los otros enfermos y apoyarlos en su tarea de cuidar de ellos. Poco después escribe “nunca en mi
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vida tuve mejores enfermeros”. Pero también descubre que el cambio de rol produjo una mejoría asombrosa en estos improvisados enfermeros. Pichón se encuentra en el lugar más inesperado con el poder terapéutico del rol.
Esta aplicación de la teoría del rol ha sido repetida históricamente en diferentes lugares del mundo por maestras sabias que cuando descubren que un niño está particularmente inquieto, en vez de castigarlo o excluirlo, le entregan una hoja y le piden que apunte en ella a todos los niños que estén particularmente inquietos, al final de la clase la maestra le recibe la tarea al niño y luego en privado desecha la hoja, porque su objetivo ya se cumplió. Lo que hace la maestra es cambiarle de rol y con el cambio de rol genera un cambio de comportamiento que puede tener efectos subjetivos muy interesantes.
Para finalizar comentaré la definición particular que el autor propone del objeto de la psicología social. Dice Pichon que “la Psicología Social estudia al hombre en situación”.
Es decir estudia por ejemplo al ser humano en situación de migrante, desempleado, madre cabeza del desaparecido, víctima de mobbing, del bullying o del desplazamiento forzoso. También, por supuesto, de deportista, sacerdote, gerente, profesor de psicología social, etc.
En palabras de George Mead, diríamos que psicología social estudia al ser humano en el desempeño de un rol, tanto en los efectos del rol sobre su subjetividad, como en la marca particular que hace en su desempeño del mismo. Así un tratado de psicología social podría ser sobre la psicología de los agentes de bolsa, las prostitutas, los obispos, los transexuales, los académicos, etc.
Pero, para aquellos familiarizados con el Socioconstruccionismo, esta propuesta del objeto de la psicología social de Pichón, inevitablemente remite al llamado Teorema de Thomas, conocido coloquialmente como la definición de la situación”. Según este Teorema “Si los seres humanos definen una situación como real, ésta es real en sus consecuencias”. El ejemplo más elocuente es la eficacia terapéutica
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de los Chamanes en las comunidades primitivas de nuestras selvas y la de los psicoanalistas en las comunidades igualmente primitivas de de Nueva York y de París, como lo constata Levi Strauss.
Proponer que la Psicología Social estudia al ser humano en situación quiere decir que se lo estudia en una realidad construida socialmente, una situación en la que aquello que se define como real es real en sus consecuencias, consecuencias que pueden hacer la diferencia entre empujar a un ser humano a la muerte o devolverle el deseo de vivir.
A manera de síntesis, tres provocaciones:
Lo psicosocial es un ente platónico que alude al vínculo indisoluble entre los entes platónicos de lo subjetivo y lo social. No hay nada más real que los entes platónicos.
Lo psicosocial es un constructo que atraviesa la reflexión sobre la experiencia humana durante el siglo XX y no es privativo de un solo discurso.
El concepto “lo psicosocial” reintroduce al ser humano, como persona, y agente activo, en sus roles y sus contextos vinculares, en el campo de las Ciencias Sociales.
Jaime Alberto Carmona Parra Abril 2012 jaimecarmona@hotmail.com
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